La crisis en Bolivia no es sólo política. Detrás de las protestas, los cambios de mandatos y los disturbios se esconde una realidad: Bolivia es uno de los países más pobres y desiguales de Latinoamérica.
Y es precisamente esta realidad la base de fondo de la crisis. Cuando en un país como Bolivia muchos no tienen nada de nada, mientras otros, los menos, lo tienen todo, tarde o temprano estalla una crisis social. Es inevitable, a menos que los gobiernos tomen partido y apliquen las políticas económicas necesarias para mejorar la distribución de la riqueza, disminuir la pobreza y generar empleo para todos.
Según datos del Banco Mundial (BM), el país andino es uno de los más pobres de América Latina. Una verdadera paradoja si se piensa que Bolivia cuenta con importantes recursos naturales como los hidrocarburos o gas natural -la segunda mayor reserva de la región-, y metales preciosos como oro, plata, zinc, plomo y estaño. Es decir, es un país rico en recursos, pero donde la mayoría de la población no puede disfrutar de sus riquezas.
Basta con darse una vuelta por las tierras bajas del departamento de Santa Cruz, las calles de Cochabamba o La Paz, para palpar la pobreza.
Las estadísticas del BM muestran que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita anual en Bolivia asciende a unos US$2,460 (uno de los más bajos de la región), mientras que más de la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza (según datos de 2004), es decir, no cuenta con lo mínimo indispensable para cubrir sus necesidades básicas de consumo.
En las zonas rurales, los que hacen malabarismos para sobrevivir día a día ya representan el 80% de la población.
El BM calcula que Bolivia es el país de la región con mayores problemas de desigual distribución de la riqueza.
Las cifras son alarmantes. El 20% más pobre de los bolivianos tiene una tasa de mortalidad infantil más alta que la de Haití, Kenia, Nigeria y Camerún, pero el 20% más rico del país tiene tasas comparables a las del mundo desarrollado. El 14,4% de la población vive con menos de un dólar al día, mientras que un 34,3% lo hace con dos dólares diarios.
Entre los más pobres, están los que trabajan en el campo y los que pertenecen a las sociedades indígenas. Y es justamente este grupo el que históricamente ha quedado excluido de las estructuras de poder. La pobreza va de la mano del desempleo. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Bolivia, la tasa de desempleo alcanzó un 8,7% de la población económicamente activa en diciembre de 2005. El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) maneja una cifra más abultada de desempleo, que llega al 11,6%.
La desigualdad en Bolivia también se da entre el altiplano y los llanos. Y no sólo geográficamente hablando. La economía de los llanos se basa fundamentalmente en la agroindustria y apuesta por los hidrocarburos, mientras que en el altiplano (la zona más pobre), predomina la agricultura de subsistencia y la minería.
En tanto que en las zonas altas, la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos es el común denominador, en los llanos, la llamada "elite" se opone a la propuesta. Los que apuestan por la nacionalización del gas natural aseguran que esta permitirá que todos los bolivianos disfruten de las ganancias de un recurso natural que pertenece "a todos", y como marco de referencia, citan la privatización del estaño y la plata, cuando las ganancias quedaron en manos de unos pocos bolivianos y de empresas multinacionales.
Los que se oponen dicen que la nacionalización sólo disminuirá la inversión extranjera que tanta bonanza trajo al país en los noventa, por ende, el crecimiento económico, lo que se traduciría en más pobreza para Bolivia. Sumado a que no permitirá sacarle el 100% del jugo a ese recurso natural por falta de conocimientos y tecnología para extraerlo.
El gobierno tiene una ardua labor, debe enfrentar el debate por el gas, pero sin olvidar que para solucionar los problemas políticos que atraviesa el país y lograr una transición pacífica, es fundamental poner un alto a los problemas económicos que sufren los bolivianos. La tarea no es fácil. Lograr una transición política pacífica es posible, pero no será duradera hasta que no se solucionen los problemas de fondo que tiene Bolivia: la pobreza, el desempleo y la desigualdad.
Fuente: http://news.bbc.co.uk